Porque colarse en el transporte es un ejercicio propio de una ciudadanía crítica y no es "hacer el jeta"

1) Los precarios no pagamos

En un Estado donde el salario mínimo son 641 euros, donde el 65% de la población cobra 1000 euros o menos al mes, los y las precarias, no podemos permitirnos el elevado coste del transporte. La disparidad entre los salarios y el precio del billete es brutal, pero lo es aún más, cuando ni si quiera está garantizado un salario y la incertidumbre nos marca la existencia. Los precarios y precarias no sabemos donde estaremos mañana, o cuando tendremos ingresos, pero el precio del billete no hace más que subir sin atender a las condiciones de vida de la población.

2) Colarte es aumentar el salario: recuperemos lo que nos roban

Lo que nos roban en los trabajos, o con la falta del mismo, el dinero que no vemos porque ETT`S y subcontratas nos parasitan, lo podemos recuperar en parte, no pagando el transporte. Hasta ahora la rebaja masiva de salarios se compensaba con el espejismo de la deuda. Esta huída hacia adelante se agota y la realidad nos revela como los precarios que somos. Tratamos de sobrevivir con un ingreso insuficiente para vivir: colarse es aumentar nuestro salario indirecto, es mejorar nuestra calidad de vida.

3) Moverse no es un lujo es una necesidad: quien no puede hacerlo está excluido.

En una sociedad conectada en red como la nuestra, la inclusión social tiene mucho que ver con el acceso a la movilidad. Sin el acceso al transporte garantizado, aumentan nuestras papeletas de ser un excluido, de quedarnos fuera. Necesitamos movernos para atender todas las cuestiones que nos atañen en el día a día, que cada vez son más. No podemos estar pendientes de evitar el abismo de la marginalidad por la simple razón de no poder movernos. Rechazamos la idea de quedarnos afuera, desconectados de las oportunidades que nos ofrece el presente.

4) Trabajamos para ellos, consumimos para ellos.

Nos encontramos ante la paradoja de que la gran mayoría de nuestros viajes los hacemos o para ir a trabajar o para consumir. Un doble movimiento: Empresas que se alejan de la ciudad por el precio del suelo, nos obligan a desplazarnos lejos de nuestros hogares. Ciudades que expulsan a sus ciudadanos, también por el precio del suelo, nos obligan a alejarnos de ellas para poder tener un hogar.

Las relaciones sociales tampoco se escapan del ojo que todo lo ve. Las ciudades se han convertido en parques temáticos. La idea o la imagen de marketing que produce una ciudad, nos convierte en extras de una película donde no nos pagan. Que nos movamos por cualquier razón también genera ambiente; riqueza en los tiempos de hoy.

5) El transporte es público si todos y todas podemos movernos.

Hablar de transporte público, es hablar de su aumento en el acceso al conjunto de la población. El ingreso ya no puede ser la vara de medir de la prestación del transporte. Se ha acabado la sociedad del trabajo, - que no del dinero-. Los derechos deben separarse de la función laboral para pasar a ser derechos de vida. No se puede hablar de democracia, de transporte público, cuando sólo lo puede usar quien tiene un trabajo y el resto no puede hacerlo. La propia definición de lo público, entendido como recurso común de todas las personas para todas las personas, choca con el actual estado del transporte que restringe su acceso.

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Traducció: Arnau Mallol

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